Carnestoltes

El Carnaval de Ribes es el más auténtico del Garraf. Conserva todo su tufo rural ya pesar de los refinamientos procedentes de las localidades de los alrededores aún emerge el espíritu dionisíaco y procaz propio de los payeses desmadrados.

La fiesta comienza con las merendolas de Jueves Lardero, en que la gente va a comer la tortilla a la montaña. También hay quien, al anochecer, se tira merengue por la cabeza a imitación de Vilanova.

El viernes hay un “arrivo” del carnaval organizado por la entidad Ger. Por la noche suele haber cena en algunas entidades.

El sábado por la tarde está el carnaval infantil de los Xulius. Por la noche se monta un desfile de carrozas y disfressots en el que intervienen un gran número de colectivos del pueblo. A continuación se organizan bailes de disfraces.

Domingo por la tarde es el momento del carnaval infantil del Ger, que junto con los alumnos del Instituto organizan unas comparsas martes por la noche. Asimismo, la entidad de la calle del Pi cierra la fiesta con el entierro de la sardina que tiene lugar el Miércoles de Ceniza por la tarde. Además, las escuelas organizan su propio carnaval.

El Carnaval de Ribes está documentado desde el siglo XVII, en que ya aparece consignado en el libro de actas municipal. A principios del siglo XX, había sido especialmente corrosivo y rural. El jueves lardero mucha gente iba a hacer la merienda en el monte -tradición todavía viva hoy en día-. El mismo jueves sacaban el Carnestoltes, que era un muñeco relleno de paja. Había comparsas y las entidades del pueblo rivalizaban por el número de parejas. Cuando llegaba la noche surgían espontáneamente mascaradas de irreverencia manifiesta. La fiesta se cerraba el Miércoles de Ceniza cuando quemaban el monigote del Carnestoltes y en la iglesia colgaban el bacalao -un enorme lienzo de color blanco que se levantaba por las puntas- sobre el altar mayor.

El carnaval en Ribes desapareció momentáneamente debido a la guerra. Aunque su memoria perduró durante el franquismo-y no era extraño que circularan máscaras entre los niños, estimulados principalmente por los más viejos de las casas-, no fue hasta el año 1978 cuando los Xulius lo recuperaron con su carnaval infantil que desde entonces mantiene la misma estructura: concentración de disfraces, pasacalles, llegada del carnaval infantil y baile infantil de disfraces. Los actos para los adultos fueron recuperados más tarde por Ger y el principio contaron con una buena dosis de irreverencia y provocación, como corresponde a la fiesta.

Muchas celebridades ribetanas han forjado los su glamour travistiéndose para Carnaval o exhibiendo desinhibidamente pasiones impúdicas y manías vergonzantes ante los mismos a quienes durante el resto del año atienden amablemente desde detrás de un mostrador o auscultan con atención sobre una camilla. A pesar de la banalización de la fiesta caracterizada por hacer burla fácil e inocua de monjas y curas (en las tiendas se encuentra el disfraz de monja sexy por 15 euros), aunque hay quien cada año encuentra la fórmula para herir todo tipo de sensibilidades, de las más recatada y retrógradas a las más progresistas y lozanas.

Es en estas chispas de auténtico carnaval cuando se nota la huella del sátiro que alimenta aún la celebración ribetana. Esclavos de un protocolo implacable y nada carnavalesco, vilanoveses y sitgetanos se roen las uñas viendo como salta y toca la flauta por los márgenes y las viñas de nuestro pueblo, entre gemidos y mimos y, a veces, alguna mota de nieve.